miércoles, diciembre 06, 2017

Marta Sanz - Clavícula


En mi caso, no era buena idea leer este libro, pero fue uno de esos textos que empiezas y ya no puedes parar. Marta Sanz cuenta que durante un viaje en avión sintió un dolor extraño que define como "la presencia de una costilla bajo el pecho izquierdo. Y, en la costilla, detecto una pequeña cabeza de alfiler que súbitamente se transforma en una huella de malignidad". Entonces, yo ya sabía que iba a experimentar todos los síntomas que Marta Sanz describiría, porque soy un poco hipocondríaco, o sería mejor decir alarmista, es decir, que en cuanto siento la más mínima molestia pienso que se trata de algo muy grave y que mis días están contados. Conozco a Marta y a su marido, y los encuentro en este libro, como si nos reuniésemos a charlar. Verás, yo creo que lo que siempre se ha conocido como crisis de los cuarenta ha pasado a suceder a los cincuenta, y todos esos dolores, esos síntomas, esos pinchazos desconocidos, son en realidad la materialización del miedo a la muerte. Sí, ella habla también de esto en el libro, con absoluta sinceridad, a pecho descubierto. Nos cuenta su itinerario médico, las pruebas a las que se somete, los repentinos ataques de angustia. Nos abre las puertas de su vida y nos la muestra, sin maquillaje, tal cual.

Supongo que es general el hecho de llegar a una determinada edad y empezar a analizarse, a estar alerta de los mínimos síntomas. ¿Y si voy de viaje solo y me muero? En un hotel, por ejemplo. ¿O si me atraganto en un restaurante y caigo al suelo llamando la atención de todos los presentes y, de paso, cortándoles la digestión? Pesadillas cotidianas que se acrecientan gracias a los medios de comunicación. Nos dicen que hay una campaña para distribuir desfibriladores, debería tranquilizarme pero, por otra parte, ¿cuántos infartos deben estar produciéndose al día para que se tome una medida así? Y yo estoy en los grupos de riesgo, siempre me lo dicen. Debería hacer deporte, lo sé, quizá empiece mañana mismo…

Es valiente Marta Sanz. Ya lo sabía. Es una de esas escritoras que se la juega en cada uno de sus libros. La literatura no es una impostura para ella, es una autora de raza, arriesgada, que se vuelca en su escritura, que se reta a sí misma en cada proyecto. Y demuestra una y otra vez que el verdadero escritor tiene un compromiso ineludible consigo mismo. No se escribe para la galería, se escribe por necesidad, para interpretar la realidad, para analizarla, para intentar extraer su esencia, si es que la hay. Así que en Clavícula habla de cosas que pocos escritores se atreven a abordar. Habla de dinero, de vida cotidiana, de miedos, de menopausia, de angustia, de viajes, de relaciones personales, de literatura y de intimidad. Admite varias veces su impudor, pero es necesario, es lo que se ha propuesto hacer y lo contrario sería un fraude. Ha decidido no disfrazarse de personaje, no jugar a si esto es cierto o es falso. El compromiso es firme.

Ay, por un momento he estado tentado de calificar este libro de "inclasificable", lugar común que además sería falso, claro que se puede clasificar este libro, pero resulta incómodo hacerlo, porque se trata de un libro que a partir de un episodio autobiográfico, jugando con el humor y con la honestidad, se convierte en una pedrada llena de aristas, en una lectura que nos hiere, que nos recuerda que somos mortales. Así, se podría emparentar con Ebrio de enfermedad (y otros escritos de vida y muerte) de Anatole Broyard, pero también con Cómo sobrevivir con 36000 dólares al año, de Francis Scott Fitzgerald.

Clavícula, que pese a su extensión pretende abarcarlo todo, utiliza muchos recursos. Incluye un cuento, un poema, fotografías, e-mails… porque tiene un afán de globalidad, de mostrar las diferentes caras de la autora, o mejor dicho, de sus esfuerzos por sobrevivir, por seguir adelante.

"Cuando escribo -cuando escribimos- no podemos olvidarnos de cuáles son nuestras condiciones materiales. Por eso pienso que todos los textos son autobiográfico y a veces la máscara, las telas sinuosas y las transparencias que cubren el cuerpo son menos púdicas que una declaración en carne viva", leemos en la página 50.


Clavícula es un libro arriesgado y divertido a la vez, un tour de force que merece ser valorado, no sólo por su honestidad, sino por su calidad.

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