lunes, diciembre 25, 2017

Navidad 2017

En primer lugar, copio aquí el mensaje que puse en Facebook: 

Bueno, yo diría que no soy muy navideño. En general, estoy más cerca de afirmar que no me gustan las navidades, con su frenesí comercial, los obligados encuentros que a veces terminan como campos de batalla o las ausencias de seres queridos. Apenas empiezan ya estoy deseando que terminen. Y sin embargo, no sé por qué, hoy llevo todo el día una medio sonrisa colgando, y me despido de la gente como si no nos separáramos sólo un fin de semana, más bien como si nos fuésemos durante años al otro extremo del planeta. Y a la mínima de cambio digo "¡Feliz Navidad!" mientras estrecho las manos o nos damos un abrazo. Y todo el mundo me responde de la misma manera, lo cual me produce una sensación extraña de cercanía. Así que lo único que puedo deciros en este momento, amigos míos, es, por supuesto, ¡¡FELIZ NAVIDAD!!

Y, como todos los años, dejos unos videos hasta después del día de Reyes.

 Un video musical del grupo Parenthetical Girls titulado "Evelyn McHale".

   

Evelyn McHale fue una chica que a los 23 años se suicidó arrojándose desde lo alto del Empire State Building, el 1 de mayo de 1947. Su cadáver, inerte sobre el techo de un coche negro fue captado por el fotógrafo Robert Wiles. La imagen mostraba la belleza de la muchacha, con una expresión de serenidad que resultaba algo inquietante en ese contexto. 


Pronto se convirtió en un icono. Fue portada de la revista "Life" e incluso Andy Warhol la utilizó para una de sus obras.

   

Hace unos meses descubrí elprograma "Juegos mentales". Me gustó mucho y lo busqué por youtube. Encontré algunos episodios. Os pongo a continuación el dedicado a la moral. Os lo recomiendo.

   

Y, para finalizar, por supuesto, un villancico a cargo de Celtic Woman:

   

 En fin, amigos. 

 ¡FELICES FIESTAS Y FELIZ AÑO NUEVO!

lunes, diciembre 18, 2017

Tania Padilla - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

Supongo que porque no tengo otra elección. Siempre me ha interesado la actividad artística. Mi abuelo era escultor y ya desde pequeña empecé a trabajar con el barro. Luego me pasé al dibujo. Pero era malísima para las artes plásticas. Y por otra parte siempre me gustó leer e imaginar historias. Empecé escribiendo poesía y luego hice algo de teatro, pero desde hace unos años es en la novela donde encuentro mi voz. Me parece el género total. O al menos para mí lo es. Yo escribo para inventar realidades alternativas que me enriquezcan el presente, para profundizar en mi visión de las cosas y así poder conocerme mejor, para revisitar el pasado y saldar cuentas (emocionales) conmigo misma. Y todo eso me lo permite la novela.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

Soy poco maniática y escribo de forma no muy disciplinada. Suelo dedicar las mañanas a mi trabajo como investigadora y las tardes a leer y escribir. Empiezo leyendo para entonarme y acabo delante del ordenador, a veces demasiado tarde, cuando ya casi se me ha echado la noche encima. Por eso suelo tardar en escribir novelas. Por eso, y porque luego corrijo mucho. Soy una obsesa de la corrección, de la prosodia de la frase (salvando las distancias, como Flaubert).

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

Mis novelas (las que he escrito hasta ahora) hablan sobre la comunicación humana (el poder de la palabra, de las historias, del arte), la mentira y la traición, el paradigma de lo femenino, la invención del amor o el viaje como acontecimiento iniciático (como en La Odisea o en El “Quijote”). 

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

El tiempo. Las novelas requieren tiempo, irse haciendo a fuego lento, sin prisa y con mucho cariño. Hay que tener mil ojos y mucha paciencia. Saber hacer. Todo despacio y bien. Y, desde luego, como diría la gran Virginia, para eso hace falta una habitación propia. Esa es la gran conquista, la de las mujeres en particular, pero también la de los escritores en general. La habitación propia es un espacio que también está hecho de tiempo.

5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo tienen todo planificado desde el principio?

Yo creo que para la novela hay que planificar bien las cosas, porque si no, no hay historia, o al menos no hay una historia bien contada. Y la novela tiene que contar algo. Lo demás es prosa poética, evocación… A mí me gusta planificarlo todo muy bien, pero dejando margen para que los personajes (aunque solo sea de vez en cuando) puedan tomar sus propias decisiones; especialmente en los diálogos, que es donde uno suele perder las riendas del texto, quizá por el efecto hechizante de la polifonía.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Tengo una buena nómina de referentes literarios, tanto narradores como dramaturgos y poetas. Cito solo a algunos: Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, Oscar Wilde, Valle-Inclán, Virginia Woolf, G. K. Chesterton, Jorge Luis Borges, Tom Wolfe, J. D. Salinger, John Irving, Jonathan Franzen, Yasmina Reza, Javier Marías… Y recientemente he descubierto a Andrés Barba. Dos de las novelas más apasionantes que he leído en los últimos años: Las correcciones, de Franzen, y Lo que queda del día, del reciente nobel de literatura Kazuo Ishiguro

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.


Ahora acaba de publicarse La torre invertida, pero recientemente he acabado una novela corta titulada Tutú que tiene como protagonista a una bailarina. Actualmente estoy inmersa en la escritura de una novela sobre los últimos años de la infancia y el principio de la adolescencia que aborda temas como la reconstrucción del pasado a través del recuerdo, el descubrimiento del amor, las primeras experiencias sexuales o el poder salvífico del arte.  


Tania Padilla (Córdoba, 1985) es licenciada en Filología hispánica y actualmente trabaja como investigadora en las universidades de Córdoba y Burdeos, donde realiza sus estudios de doctorado. En 2004-2005 disfrutó de una beca en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores. Ha impartido talleres de escritura creativa y ha publicado artículos de investigación, cuentos y poemas en revistas y antologías de ámbito nacional e internacional. Ha publicado las novelas Nosocomio: el diamante negro (2013) y Un secuestro raro (Algaida, 2016), por la que recibió el I Premio Logroño para Jóvenes Escritores. Este año ha ganado el XXII Premio Ateneo Joven de Sevilla por la novela La torre invertida (Algaida, 2017), que acaba de ser publicada. 

lunes, diciembre 11, 2017

Slavko Zupcic - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

Escribir sigue siendo un sueño que comenzó hace cuarenta y cinco años viendo el lomo de los libros de la biblioteca en que trabajaba mi madre. Luego dibujé, rasgué y comí (en ese orden) las páginas del Lazarillo de Tormes. Y un poco más tarde, pasé tardes infinitas de mi infancia viendo la firma de William Faulkner que (otra vez) mi madre, en Valencia de Venezuela, había logrado como ilustración para el tomo aguamarina de sus novelas editado por Aguilar. Este sueño se hace realidad en cada lectura, cada línea, cada cuartiento, cada libro, cada reunión literaria. Es un milagro que se sigue repitiendo, una llama libidinal que no se apaga, necesaria para vivir como el respirar, que alimenta permanentemente el fuego de la vida. En la primera entrevista de mi vida, hace veintinueve años, Maritza Jiménez, me hizo una pregunta parecida: “La poesía es el lugar al que siempre vuelvo le respondí. Tenía diecinueve años. Ahora tengo casi cincuenta e igual vuelvo: cada día, cada mañana, cada paso, cada mirada, letra y palabra.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

Trabajador asalariado, soy capaz de escribir en cualquier situación. En el tren vacío o atestado de borrachos, sentado en la cama del médico de guardia o sobre la tapa del wáter para no despertar a los niños. Hay, sin embargo, una situación ideal que siempre busco y a veces encuentro: en la casa solitaria, con mi portátil sobre una mesa redonda que mi suegra decía era del siglo XIX, frente a una falsa pimienta llena de pájaros, con (por unos minutos) un fondo de piano que suene (preferiblemente) desde el surco de un vinilo.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

Resulta imprescindible hablar de la medritura, que no es otra cosa que el arte y la ciencia de vivir, trabajar y escribir como un medritor. Obviamente, no es un invento mío ya que médicos escritores ha habido siempre, pero es el manto  (la advocación) que he elegido para guarecerme. Sirve para recordar que la fusión entre literatura y medicina que permanentemente invoco no es casual, que no pasaría lo mismo con la ingeniería y tampoco con la astrología. La medritura es posible porque tanto el saber médico como el espíritu literario se acoplan sobre el hombre revistiéndolo todo, no como dermis y epidermis, sino como capas del tejido epitelial que lo recubre todo, mucosas e intimidades comprendidas. A partir de ella, a través de sus ojos, me interesan la enfermedad, la muerte, el ambiente hospitalario como área social, la respiración de las personas y, cada vez más, la vida y mirada del otro.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

Me lo dio Sergio Pitol, un escritor a quien mucho admiro y que tuve la suerte de conocer en un taller literario en Barquisimeto, y lo repito siempre a quien quiera escucharlo o lo necesite: escribir y escribir, insistir siempre.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?

Como si se tratara de las cuotas por pagar de la hipoteca, siempre pienso en los libros que quiero escribir y de una u otra manera los tengo programados por años, trienios o quinquenios. Pero, lo reconozco y agradezco, con el teclado frente a mí mayormente cambian las cosas, se multiplican, se desvían de una palabra a otra, página tras página. Busco entonces la vía del medio. Jinete mandón en los relatos; de paseo, dejándome llevar, en las novelas.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Primera respuesta: Mozart y Mendelssohn, que es una manera de hacerse el sueco (por la academia, no por la voz popular) aunque es una verdad absoluta ya que siempre los tengo cerca de mí.
Segunda (y autorizada) respuesta: Este manto de medritura que me protege sería imposible sin Carlo Levi y Alfred Döblin.
Tercera: la Biblia, como lectura santa y también profana, y Don Quijote de La Mancha.
Cuarta: Mis autores de siempre (de toda la vida, desde antes de los doce años, en la biblioteca de mi madre): Thomas Mann, Herman Hesse, Sinclair Lewis, William Faulkner, Jorge Luis Borges.
Quinta: Los escritores venezolanos: Guillermo Meneses, José Balza, Rómulo Gallegos, Rubí Guerra, Ricardo Azuaje, Juan Carlos Chirinos, Israel Centeno, Lena Yau y Fedosy Santaella.
Sexta: los uruguayos. Sin haber leído a Horacio Quiroga y Juan Carlos Onetti, seguramente no podría escribir. Sin los cuentos de Felisberto Hernández, la vida sería una cosa triste y gris, absolutamente desangelada.
Séptima: adoro la idea de que Juan Pablo Castel es un escritor que en un libro de ensayos, El Túnel, tiene un personaje que se llama Ernesto Sábato.
Séptima: mi amigo (porque es un gran escritor y porque la literatura es también un asunto de amistad, de fraternidad) Juan Carlos Méndez Guédez.
Octava: Paganini, Tartini y Chopin (porque la música es poesía pura y los suecos lo saben).

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.


En estas semanas presento y vendo un libro de relatos, Cementerio de médicos. Decir, saber y escribir que los médicos mueren y que por lo tanto tienen y merecen su cementerio literario es un hallazgo que la medritura comparte con las aseguradoras. Este libro es otro paso en el empeño de fusionar medicina y literatura, no desde el espacio médico ni literario, sino en este caso desde el pensamiento narrativo. Me explico: el narrador de estos relatos es médico o va a serlo siempre. En ello estriba su comprensión del mundo. Se apropia de la noción de que luego de la música la medicina es el único otro idioma universal existente y, como si todos los médicos del mundo tuvieran dificultades para auscultar el murmullo vesicular, hace de la medicina misma un cementerio del médico que emigra. Para más inri, el primero de los relatos es “Soluciones literarias a la muerte de mi suegra” que hace tres años obtuvo un accésit en el premio de relatos de la Organización Médica Colegial. El último relato es “Doctor Bogotá” que hace dos años fue publicado en Bogotana(mente) junto a un bellísimo texto-relato de Alejandra Costamagna. Quien lo compra viene luego a por otro y es necesario advertirle que se está llevando el mismo libro que había comprado y leído previamente, que no se trata de la continuación.


Slavko Zupcic nace en Valencia (Venezuela), en 1970. Escritor. Médico psiquiatra y médico del trabajo. Doctor en medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona con una tesis de historia de la medicina intitulada El médico y el escritor: Andreas Rösclaub (1708-1835) y Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854). Entre sus títulos publicados, destacan la dramática evocación de la figura paterna en Dragi Sol (Fundarte, Caracas, 1989),  583104: pizzas pizzas pizzas (Fundarte, Caracas, 1995), el tono escatológico de la novela Barbie (Grupo Eclepsidra, Caracas, 1995), Tres novelas (El otro el mismo, Venezuela, 2006), las peripecias de una detective singular en Giuliana Labolita: El caso de Pepe Toledo (Ediciones B, Bogotá, 2006) y la versatilidad de registros de los relatos recogidos en Médicos taxistas, escritores (Sudaquia, New York, 2014). En 2015, publicó junto con Alejandra Costamagna Bogotana(mente) (Brutas editoras, Santiago de Chile - New York). A lo largo de casi treinta años de carrera literaria ha recibido varios premios y reconocimientos entre los cuales es necesario nombrar el Premio de narrativa de la casa de la Cultura de Maracay (1988), el Premio al Mejor artículo de humor del diario El Nacional (Caracas, 2006), el haber sido seleccionado para formar parte del grupo de escritores conocido como Bogotá  39 (Bogotá, 2007) y el Certamen Iberoamericano de las Artes (Organización Médica Colegial de España, 2014). Sus cuentos forman partes de diferentes antologías venezolanas e iberoamericanas. Textos suyos han sido traducidos a los idiomas portugués, italiano, alemán, inglés, húngaro y francés. Actualmente vive en Valencia (España), trabaja como médico de urgencias hospitalarias en el Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón, es columnista del periódico Mediterráneo de Castellón y actualiza semanalmente su blog Cuartientos de Slavko Zupcic. Vive y se presenta, no como médico y escritor, sino como “medritor”, especialista en psiquiatría, medicina del trabajo, historia de la medicina y narrativa.

sábado, diciembre 09, 2017

Reseñas de "Cierta distancia"

Dejaré en esta entrada los enlaces a dos reseñas sobre mi último libro "Cierta distancia. Manual de supervivencia para amantes de la literatura".

Elena Casero, en su blog "De libros y lecturas". En este enlace.

Juan Herrezuelo, en su blog "Los pasadizos del Loser". En este enlace.

Mil gracias.


También dejo el enlace a la sección "No le des más vueltas" del programa de radio "La mañana es nuestra" de Radio Marca, donde tuvieron la gentileza de invitarme. Muy agradecido a Miguel Esteban y a David Cabezas. Pulsar aquí

miércoles, diciembre 06, 2017

Marta Sanz - Clavícula


En mi caso, no era buena idea leer este libro, pero fue uno de esos textos que empiezas y ya no puedes parar. Marta Sanz cuenta que durante un viaje en avión sintió un dolor extraño que define como "la presencia de una costilla bajo el pecho izquierdo. Y, en la costilla, detecto una pequeña cabeza de alfiler que súbitamente se transforma en una huella de malignidad". Entonces, yo ya sabía que iba a experimentar todos los síntomas que Marta Sanz describiría, porque soy un poco hipocondríaco, o sería mejor decir alarmista, es decir, que en cuanto siento la más mínima molestia pienso que se trata de algo muy grave y que mis días están contados. Conozco a Marta y a su marido, y los encuentro en este libro, como si nos reuniésemos a charlar. Verás, yo creo que lo que siempre se ha conocido como crisis de los cuarenta ha pasado a suceder a los cincuenta, y todos esos dolores, esos síntomas, esos pinchazos desconocidos, son en realidad la materialización del miedo a la muerte. Sí, ella habla también de esto en el libro, con absoluta sinceridad, a pecho descubierto. Nos cuenta su itinerario médico, las pruebas a las que se somete, los repentinos ataques de angustia. Nos abre las puertas de su vida y nos la muestra, sin maquillaje, tal cual.

Supongo que es general el hecho de llegar a una determinada edad y empezar a analizarse, a estar alerta de los mínimos síntomas. ¿Y si voy de viaje solo y me muero? En un hotel, por ejemplo. ¿O si me atraganto en un restaurante y caigo al suelo llamando la atención de todos los presentes y, de paso, cortándoles la digestión? Pesadillas cotidianas que se acrecientan gracias a los medios de comunicación. Nos dicen que hay una campaña para distribuir desfibriladores, debería tranquilizarme pero, por otra parte, ¿cuántos infartos deben estar produciéndose al día para que se tome una medida así? Y yo estoy en los grupos de riesgo, siempre me lo dicen. Debería hacer deporte, lo sé, quizá empiece mañana mismo…

Es valiente Marta Sanz. Ya lo sabía. Es una de esas escritoras que se la juega en cada uno de sus libros. La literatura no es una impostura para ella, es una autora de raza, arriesgada, que se vuelca en su escritura, que se reta a sí misma en cada proyecto. Y demuestra una y otra vez que el verdadero escritor tiene un compromiso ineludible consigo mismo. No se escribe para la galería, se escribe por necesidad, para interpretar la realidad, para analizarla, para intentar extraer su esencia, si es que la hay. Así que en Clavícula habla de cosas que pocos escritores se atreven a abordar. Habla de dinero, de vida cotidiana, de miedos, de menopausia, de angustia, de viajes, de relaciones personales, de literatura y de intimidad. Admite varias veces su impudor, pero es necesario, es lo que se ha propuesto hacer y lo contrario sería un fraude. Ha decidido no disfrazarse de personaje, no jugar a si esto es cierto o es falso. El compromiso es firme.

Ay, por un momento he estado tentado de calificar este libro de "inclasificable", lugar común que además sería falso, claro que se puede clasificar este libro, pero resulta incómodo hacerlo, porque se trata de un libro que a partir de un episodio autobiográfico, jugando con el humor y con la honestidad, se convierte en una pedrada llena de aristas, en una lectura que nos hiere, que nos recuerda que somos mortales. Así, se podría emparentar con Ebrio de enfermedad (y otros escritos de vida y muerte) de Anatole Broyard, pero también con Cómo sobrevivir con 36000 dólares al año, de Francis Scott Fitzgerald.

Clavícula, que pese a su extensión pretende abarcarlo todo, utiliza muchos recursos. Incluye un cuento, un poema, fotografías, e-mails… porque tiene un afán de globalidad, de mostrar las diferentes caras de la autora, o mejor dicho, de sus esfuerzos por sobrevivir, por seguir adelante.

"Cuando escribo -cuando escribimos- no podemos olvidarnos de cuáles son nuestras condiciones materiales. Por eso pienso que todos los textos son autobiográfico y a veces la máscara, las telas sinuosas y las transparencias que cubren el cuerpo son menos púdicas que una declaración en carne viva", leemos en la página 50.


Clavícula es un libro arriesgado y divertido a la vez, un tour de force que merece ser valorado, no sólo por su honestidad, sino por su calidad.