miércoles, diciembre 23, 2009

Felices Fiestas

En estas fechas quiero aprovechar para desearos unas Felices Fiestas y reiteraros mi agradecimiento por estar ahí.

Os dejo con algunos videos.

La canción "We are the world".

Un anuncio.


Y el poema "No te salves", de Mario Benedetti, en la película "El lado oscuro del corazón".


Con mis mejores deseos.

miércoles, diciembre 16, 2009

Muy fashion

En "El Heraldo del Henares" se publicó un relato mío, en la sección de cuentos que coordina Carolina Molina.
Pueden leerlo aquí.
Y la nómina de autores seguirá creciendo.
Pueden seguir el índice aquí.

miércoles, diciembre 09, 2009

El otro mundo



Hilario J. Rodríguez tiene una sobrada trayectoria como crítico de cine y ha publicado diversos libros sobre el séptimo arte. Sin embargo, sus cualidades como narrador son incuestionables. Lo demostró con un libro de relatos titulado “Aunque vuestro lugar sea el infierno” (Ediciones de la mirada, 1998) y posteriormente con el imprescindible “Construyendo Babel” (Tropismos, 2004). Ahora, en este “El otro mundo”, vuelvo a reconocer su particular mirada, su extrañeza ante lo que le rodea y cómo, pese a todo, las cosas se nos presentan con toda contundencia, aunque estén pigmentadas de cierta irrealidad.
Tuve la suerte de leer este libro cuando aún era un mero borrador. Manifesté en aquel momento mi entusiasmo por esta novela y ahora, al verla tan bellamente editada, al sostenerla entre mis manos, dicho entusiasmo se ha redoblado y la he abierto con cuidado y la he vuelto a leer de cabo a rabo, sin remedio, sin poder apartar los ojos de sus frases ni dejar de pasar páginas de un modo compulsivo.
Hilario se mueve en el terreno autobiográfico, pero no se limita a él sino que lo manipula de modo que el lector no llegue a saber qué hay de verdad y qué de inventado en lo que nos cuenta. El personaje principal, Hilario J. Rodríguez, junto a su esposa Eva y su hijo Samuel, emprende un viaje que adquiere dimensiones épicas. La familia se desplaza a Nueva York, donde vivirá un año, quizá huyendo de su propio pasado, quizá buscando un nuevo horizonte que sea capaz de unir lo que parece que se está desmoronando, un lugar donde empezar de nuevo. Allí pretende Hilario, también, escribir una novela. Nueva York se presenta como un lugar mítico, un sitio en el que, en principio, todo parece posible, punto de encuentro de gente de toda nacionalidad y condición, el sitio en el que se cruzan universales dramas humanos.
En una situación tan penosa, sólo podíamos confiar en la literatura. La realidad no nos había servido para establecer un vínculo firme.
La novela que se gestó en ese viaje ha sido escrita, es la novela que el lector tiene entre sus manos, en la que Hilario va desgranando su experiencia y sus dudas. No es una obra autocomplaciente en la que el autor se dibuje como una persona que hace lo correcto, sino más bien todo lo contrario, se observa con dureza, como alguien que duda de sus decisiones, que se culpa por haber arrastrado a su familia a una experiencia que, en ocasiones, les desborda. Si hay algo que transmite la voz narradora es sinceridad, y eso es lo que da credibilidad a todo lo que nos cuenta. Nos habla directamente, mirándonos a los ojos, y lo hace con una prosa exacta que fluye sin tropiezos, encajando las diferentes piezas del puzzle con un estilo directo y muy pulido, sin retóricas, yendo a la esencia de los hechos. Su prosa resulta hipnótica, tiene la capacidad de atrapar al lector. Hagan la prueba cuando vean esta novela en la librería.
Una serie de personajes secundarios van apareciendo, como punteos jazzísticos, Gueloz Nsingui, E. M. Maisel, el anterior inquilino cuya presencia se deja notar aunque él haya desaparecido, y que sigue recibiendo cartas, Tatjana Stankovic, Mary, el inspector Curtis... Historias cruzadas, algunas esbozadas en un capítulo y retomadas más adelante, creando una red de subtramas que hilvanan la materia ficticia y la dotan de una solidez real. La novela tiene una estructura muy cuidada. Se compone de capítulos cortos, algunos de los cuales podrían funcionar como relatos independientes.
La distancia física no es capaz de alejar a los seres humanos de sus preocupaciones, miedos, necesidades y rutinas. No podemos huir de nuestra propia naturaleza. Es imposible dejar atrás lo que no nos gusta. Es lo que apreciamos en este libro que parece pretender atar cabos, como ocurría en la novela de E. Annie Proulx. Y que nos habla también de lo que podríamos denominar la enfermedad de la literatura, capaz de guiar nuestros pasos, de colarse en nuestra vida, interfiriendo con la realidad de un modo irremediable.
Se nombra a W. G. Sebald en varias ocasiones, es una influencia reconocida; también se aprecian ecos de Paul Auster, pese a que éste no aparezca en la narración. El Nueva York de esta historia tiene muchas conexiones con el Nueva York de Auster.
En resumen, este libro es un ejercicio literario de primera magnitud, una lectura que engancha, que emociona y que no deberían dejar pasar.


EL OTRO MUNDO
Hilario J. Rodríguez
Ediciones del Viento – La Coruña
1ª edición: 2009



El libro se presenta el 10 de Diciembre en Madrid, a las 19:00 horas, en la Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés, calle Serrano, 52.

jueves, diciembre 03, 2009

Presunto culpable

La noticia saltó de repente. Una niña de tres años, maltratada brutalmente, quizá violada, había ingresado en la sala de urgencias de un hospital. Su padrastro fue detenido como presunto culpable. De hecho, en todos los delitos se debe emplear el término “presunto” aunque le demos el tratamiento de “probado”. No me extrañaría que hasta los objetos inanimados empezaran a llevarlo: “el presunto detenido fue presuntamente esposado y llevado presuntamente en un presunto coche de policía”. Es irrelevante. Esos “presuntos” no impiden que alguien sea linchado por la opinión pública en nombre de las buenas conciencias. Para agravar el asunto, la niña fallece a los pocos días. La foto del “presunto” es exhibida en primera plana en casi todos los periódicos: “Este es el rostro del asesino de la niña”. Ni “presunto” ni nada. La indignación es enorme. Y comprensible. Si este hombre hubiera sido soltado a las puertas del juzgado, seguro que habría sido linchado allí mismo.

Pero hete aquí que de repente las heridas del posible maltrato fueron causadas por una caída de un columpio. Las supuestas quemaduras eran reacciones alérgicas. Los desgarros internos fueron producidos por las maniobras de reanimación. Queda probado que no hubo ninguna clase de abuso sexual. El acusado es puesto en libertad sin cargos. Hay que dar marcha atrás de inmediato, entonar el mea culpa. Son las consecuencias de una sociedad mediática en la que hay que correr para ser el primero en dar una noticia. No se puede uno quedar atrás en la actualidad informativa. Todo sucede deprisa y tiene que ser comunicado de inmediato, sin vacilar. A la gente hay que decirle lo que quiere oír. Un caso así no puede dejarse pasar. Hay que exprimirlo. Hablar de la pena de muerte, de la protección a la infancia, rescatar otros temas que nos sirvan para “enriquecer” el debate…

Todo esto me ha hecho recordar una película interpretada por Martin Sheen y dirigida por Mike Robe en 1986 para la televisión, titulada “Noticias a las once”. Narra la historia de un periodista que no está de acuerdo con la política de su cadena: un canal de televisión local que necesita subir sus índices de audiencia y está dispuesto a recurrir al sensacionalismo. El modo en que su jefe quiere presentar el caso de un profesor que ha sido detenido, acusado de abuso a una menor, pone a prueba sus principios. Los dilemas que plantea siguen estando de máxima actualidad.