martes, octubre 28, 2008

HFS - Ferrero y Cozarinsky



Jesús Ferrero y Edgardo Cozarinsky hablaron sobre cine y literatura moderados por Félix Romeo. Jesús Ferrero es un reconocido escritor con una sólida trayectoria narrativa en la que cabría destacar títulos como “Belver Yin”, “El efecto Doppler”, “Amador, o la narración de un hombre afortunado”, “El último banquete”, “Las trece rosas” o “Ángeles del abismo”, por citar algunos de los títulos más conocidos. Edgardo Cozarinsky, por su parte, es un escritor y cineasta argentino que reside entre París y Buenos Aires. Ha realizado veinte películas, entre ellas “Tango deseado”, “La guerra de un hombre solo” y “Ronda nocturna”. Ha escrito ensayo y narrativa: “El pase del testigo”, “Vudú urbano”, “La novia de Odessa” (un libro de relatos que compré allí mismo, pues no había leído nada suyo), “El rufián moldavo” y “Maniobras nocturnas”, entre otros.

Se inició la charla hablando del cierre de las salas de cine. La gente joven va en masa a los festivales de rock, pero no va al cine. Dijo Cozarinsky que en Buenos Aires hay el doble salas de teatro que salas de cine. Ante esto, Ferrero comentó que todo artefacto narrativo debe tener un “efecto realidad”, y parece evidente que el cine está perdiendo su efecto realidad. En el teatro griego, parece ser que la gente avisaba al protagonista del peligro que le acechaba. El cine fue algo impactante, sólo hay que recordar el susto que se llevaba la gente al presenciar la película de la salida del tren de los hermanos Lumiere. Pero ahora la gente ya no se cree lo que ve en la pantalla.
Ferrero dijo que Internet es todavía un medio muy joven, pero que es posible que tenga que ser un género nuevo el encargado de revitalizar el arte visual. Cozarinsky comentó que haría falta un filtro en Internet porque hay mucha basura, un filtro fiable, del mismo modo que en literatura hay voces que nos van guiando. Por ejemplo, él llegó a Sebald a través de lo que sobre él escribió Susan Sontag.

Dice Ferrero que, por lo general, los directores de cine no quieren escritores entre ellos. Cuando un escritor trabaja para el cine debe plegarse a los deseos del director. Esto es algo que a él no le importa, ya que lo que realmente le atrae de trabajar para el cine es el hecho de que te obliga a visualizar lo que estás contando. Él ha trabajado para el cine en varias ocasiones y le gusta. Con Almodóvar trabajó en “Matador”, que ha terminado por convertirse en la obra maldita de este director. Hay historias que uno las imagina en una película, mientras que otras se presentan claramente como novelas. Pero el problema en el cine, insistió, es que no hay trabajo para los escritores, ya que, por lo general, el director se cree escritor; al final el director se apodera del guión.
Cozarinsky dice que su experiencia ha sido atípica y zigzagueante. Habló un poco de la película “La guerra de un solo hombre”, basada en la figura de Jünger. La película ofendió a los franceses. Jünger era uno de los escritores preferidos de Hitler, aunque nunca lo trató personalmente. Jünger no intervino en ninguna actividad y fue defendido por Brecht después de la guerra. La película tiene detrás una compleja labor de montaje.
Cuando sobrevives a una película has envejecido dos años o tienes una úlcera o una adicción a las drogas que no tenías antes. Y luego viene el “servicio pos-venta”, que implica viajar y repetir cosas que al final ya ni crees.
Dice que siempre ha escrito, que su verdadera vocación es escribir. Quizá si no se hubiera dedicado al cine tanto no se habría dado cuenta de lo mucho que le gusta escribir.
El cine es una industria. No entiende la etiqueta de “cine de autor” porque el cine es, ante todo, colaboración, necesita de la intervención de mucha gente.

Dice Ferrero que una película tiene una serie de limitaciones, entre ellas el formato plano, todo transcurre en los límites de una pantalla, mientras que el libro, en ese sentido, es más amplio porque cuenta con la imaginación del lector. Un narrador, además, puede entrar en el alma de sus personajes.
Cozarinsky responde que todas las artes tienen sus limitaciones, sus reglas. En este sentido, resalta la importancia del sonido en el cine para ayudar a narrar cosas que no están en la imagen en ese momento.
Al parecer, hace años que Ferrero filma la vida cotidiana y ha almacenado mucho material. La duración de sus historias es de unos 20 o 30 minutos, y éste es un formato difícil de encajar para una posible comercialización. Confiesa que alguna vez ha convertido un guión o una obra de teatro en una novela porque tiene que vivir de su trabajo.
Comentaron también el cambio que había experimentado el cine oriental en los últimos años, pues había pasado de ser un cine reposado y reflexivo a convertirse en un cine frenético. Entonces Cozarinsky aprovechó para contar una anécdota sobre Bresson. Cuando una señora le dijo que sus películas le parecían muy lentas, él contestó: “es que cuando voy al cine como espectador no estoy apurado”.

jueves, octubre 23, 2008

HFS - Mario Vargas Llosa


En un artículo titulado “La fiesta de la palabra”, Juan Cruz escribe:

Ahora, casi cuatro años después de la primera experiencia, soy un apasionado del Hay Festival. Acaso porque soy un apasionado de escuchar a aquellos que no se sienten felices hablando solos.

Juan Cruz se encontraba entre el público que asistió a la charla de Mario Vargas Llosa, que llevaba por titulo “La literatura y el escritor”. Fue una especie de charla confesión, de entrevista a sí mismo, de curso acelerado sobre el oficio de escribir. Se preguntaba y se respondía, con sentido del humor y transmitiendo la cercanía de estar hablando en realidad con cada uno de los allí presentes, sin vanidades. Las típicas preguntas dando lugar a reflexiones, a recuerdos, confesiones, saltando con agilidad de un punto a otro, sin perder el hilo, demostrando que es un experimentado orador que encandiló sin esfuerzo al abarrotado auditorio del Teatro Juan Bravo. Félix Romeo se limitó a darle la palabra, ni siquiera necesitaba presentación.
Hay una serie de preguntas recurrentes que le suelen hacer siempre a un escritor, así que su intención fue responderlas es esta conferencia.

¿Por qué escribe?
Es una pregunta a la que se le dan distintas respuestas. Todas son aproximadas, pero ninguna es la verdad. Cree que el motivo se encuentra en la limitada experiencia de la vida de él y su generación. La lectura fue algo esencial en su infancia, capaz de ampliar sus horizontes, y de ahí surge luego la idea de escribir sus propias historias. Su madre le contó que lo primero que escribió fueron continuaciones de sus lecturas, o finales alternativos de las mismas.
El primer escritor que leyó de un modo sistemático fue Alejandro Dumas. La muerte de D’Artagnan en el último libro lo dejó consternado, más dolorido que con la muerte de algunos familiares. También Víctor Hugo fue un autor esencial en su formación.
Su padre lo metió en un colegio militar, “Leoncio Prado”, con la esperanza de que así se le iría la afición a la literatura, que le parecía una ocupación poco sería. Sin embargo, en el tiempo que pasó en ese colegio leyó más que nunca.
Cree lo que dice Sartre sobre la literatura, que es un foco de acción, que las palabras son actos.
A Faulkner lo leyó en estado de trance y aprendió de él que la técnica es algo fundamental, así que se esforzó por descifrar la complejidad de las estructuras. Comprendió la importancia del narrador, del punto de vista y del empleo del tiempo, que es siempre una creación, el tiempo literario no es real, es funcional.


¿Cómo llegó usted a ser escritor?
Al principio escribía cuentos, pues le parecía que serían más fáciles de publicar. Tenía que desempeñar lo que llamó “trabajos alimenticios”, así que tenía poco tiempo libre y escribía los días festivos. Eso le provocaba la sensación de estar haciéndose trampas. Así que tomó un día la decisión de ser escritor. Fue una decisión firme y, desde ese día, las cosas empezaron a cambiar. Debía dedicar la mayor parte del día a escribir y los trabajos alimenticios tenían que colocarse en segundo plano. Y entonces tuvo la convicción de ir por el buen camino.

¿De dónde saca sus temas?
Los temas nacen siempre de imágenes de la memoria que, por razones misteriosas, tienen un valor efervescente para la imaginación. El misterio está en por qué ocurre esto con unos recuerdos y no con otros.
Su primera novela (“La ciudad y los perros”) nació de su estancia en el colegio militar “Leoncio Prado”.

¿Cómo trabaja?
Se define como disciplinado. Es un escritor que carece de inspiración, así que intenta contrarrestar esto con el trabajo. En ese sentido, su maestro es Flaubert, que también carecía de inspiración.
Le gusta especialmente el trabajo de documentación, durante el cual visita los lugares en los que va a transcurrir la historia, lee todo lo que puede relacionado con ella… Va siguiendo ideas.
Corrige mucho. Termina sus novelas cuando tiene la sensación de que si sigue, la obra empezará a empobrecerse.
Generalmente, no llega donde quería.

¿Escribir es un placer o un aburrimiento?
Sin duda, la sensación de haber derrotado a un enemigo y la sorpresa por ver cómo ha evolucionado la obra, le proporciona una gran satisfacción.



¿Es importante para usted la crítica?
Reconoce que, por lo general, los escritores son seres humanos y, como tales, les gusta que los halaguen y les molesta que hablen mal de ellos o de su trabajo.
Pero para un escritor no es la crítica lo que más le importa, sino el proceso que va desde la primera idea hasta el final de una novela, esa es la aventura. Escribir es una experiencia exultante que le hace creer a uno que es capaz de alcanzar una suerte de inmortalidad, que ha sido capaz de atrapar la vida en el papel.

¿Sus libros pueden cambiar las vidas?
Es difícil saber si una afirmación así puede ser cierta, pero sí se niega a creer que la literatura sea un puro entretenimiento. Se pregunta si él sería como es si no hubiera leído las grandes historias que ha leído.
Piensa que la literatura hace a los seres humanos más aptos para la infelicidad, pero también para la libertad. La literatura rompe fronteras, nos hace más próximos a los demás. Tiene la capacidad de volver a la gente inconforme, por lo que el escritor debe afrontar su vocación con responsabilidad.

En el turno de preguntas del público, explicó que el viaje que hizo a La Amazonía en 1958 inspiró tres de sus libros: “La casa verde”, “Pantaleón y las visitadoras” y “El hablador”.
También le preguntaron qué está escribiendo ahora y contestó que está escribiendo una novela que transcurre en sitios que no conoce y en la que ocurren cosas que tampoco conoce, con lo que todo parece indicar que no debería escribirla. Se trata de una historia sobre un nacionalista irlandés, Roger Casemant, que vivió en el Congo y también pasó por la Amazonía. Pese a todo, espera terminarla alguna vez.

Mario Vargas Llosa fue el autor más votado por los participantes, por lo que fue merecedor del premio Hay Festival, que consistió en una primera edición del libro de Charles Dickens “Our mutual friend”.

viernes, octubre 17, 2008

HFS - Grande, Argüello y Menéndez Salmón


Malcolm Otero Barral moderó la charla con Cristina Grande, Javier Argüello y Ricardo Menéndez Salmón, bajo el titulo “Nuevos narradores” y con la intención de comentar hacia dónde va la nueva narrativa española y cuáles son sus referentes.
Javier Argüello es autor de los libros “Relatos imposibles” y “El mar de todos los muertos”. Cristina Grande, autora de dos interesantes libros de relatos, “La novia parapente” y “Dirección noche”, acaba de publicar una novela, “Naturaleza infiel”, cuya calidad no ha pasado desapercibida en los medios. Ricardo Menéndez Salmón era un autor muy poco conocido hasta que su novela “La ofensa” se convirtió en un fenómeno editorial; sus últimos trabajos publicados son la novela “Derrumbe” y el libro de relatos “Gritar”.
Entre el público estaba Gustavo Martín Garzo, Álvaro Enrigue, y también coincidí con David T. González, compañero en la blogosfera, aunque luego nos perdimos la pista; espero que la próxima vez lo programemos mejor.

Pregunta obligada. ¿Qué tienen ellos en común? Respuesta evidente: nada. No forman una generación; y no tienen nada que ver con la llamada Generación Nocilla. Argüello dijo que uno no es quién para hablar en nombre de su generación, puesto que cada uno recorre un camino distinto. Cristina Grande estuvo de acuerdo con eso y comentó que son las lecturas las que le eligen a uno. En su caso, Natalia Ginzburg la llevó a Chéjov y no al revés, cada autor va formando su mapa personal. Nadie recorre el mismo camino. Méndez Salmón, por su parte, se muestra más interesado con la literatura centroeuropea que con la española. Destaca tal vez su preferencia por Juan Carlos Onetti entre los autores de lengua hispana.

Sobre su propia evolución comentó Argüello que uno descubre hacia dónde va en el camino. No hay un camino marcado, una idea preconcebida, sino que cada uno va evolucionando. Cristina Grande está de acuerdo y dice que escribir es, en cierto modo, una tarea de reconstrucción, de investigación que intenta demostrar algo, descubrir una verdad oculta que se haga evidente. Menéndez Salmón, por su parte, dice que cada vez le cuesta más leer pura ficción y que seguramente se dirigirá en el futuro hacia una narrativa más combinada con el ensayo. Cree que esa es la dirección global que está tomando la literatura que le interesa, la autoficción, la consolidación del yo como personaje.


Relación entre vida y obra. Uno escribe desde la experiencia, dice Argüello, ordenándola, dándole coherencia. Piensa que si algo tiene sentido, es ficción, puesto que la realidad nunca lo tiene. Cristina Grande, por su parte, dice que, aunque utiliza material autobiográfico, siempre marca una distancia y transforma esa realidad de la que parte. Y Menéndez Salmón insiste en que le cansa escribir ficción y confiesa que en su novela “Derrumbe”, la autobiografía impregna la ficción.

Se les pregunta entonces cómo afecta el éxito. Argüello presentó un relato a un concurso en el que se hallaba de jurado Vila-Matas. A raíz de eso publicó su libro de cuentos que tuvo una calurosa acogida que no esperaba. Admite que todo eso le ha afectado. Nunca pensó que tendría que exponerse ante los demás. El caso de Menéndez Salmón es distinto, puesto que llevaba una obra anterior, aunque conocida por una minoría, pero piensa que eso le ayudó a no creerse los elogios ni a rasgarse las vestiduras por las críticas, puesto que su pluma no había cambiado. Lo mismo le ocurre a Cristina Grande, ya tenía libros publicados y su novela lo que ha supuesto es el salto a una editorial más grande y la posibilidad de llegar a más lectores.


Los tres han cultivado el género del relato con seriedad. Creen que es un género exigente. No es una cuestión de calidad lo que lo condiciona frente a la novela sino de rentabilidad comercial. Piensan que es necesaria la industria del best-seller para que se generen beneficios editoriales que permitan publicar obras y autores minoritarios.

Por último, en el turno de las preguntas del público, le preguntaron a Cristina Grande si vivía de escribir o tenía otro trabajo. Ella dijo que tenía otro trabajo, también Argüello admitió vivir de otro trabajo, y ambos estuvieron de acuerdo en afirmar que les parecía que era bueno que fuera así, pues era una manera de mantenerse conectados con el mundo.
A Menéndez Salmón le preguntaron qué pensaba él del “escritor comprometido”, a lo que contestó que lo respetaba, aunque no consideraba que fuera una función indispensable para el escritor. Le molestan los libros “moralistas” que intentan adoctrinar. Y terminó nombrando un impecable ejemplo de obra comprometida y buena literatura: “Crematorio”, de Rafael Chirbes.

sábado, octubre 11, 2008

HFS - Cristina Fernández Cubas


La escritora Cristina Fernández Cubas charló con el escritor y crítico literario Juan Antonio Masoliver Ródenas en la Iglesia de San Juan de los Caballeros, y el encuentro comenzó con el anuncio de la publicación de sus cuentos completos, en la editorial Tusquets, prologados por Fernando Valls. Es un acontecimiento importante. Cristina Fernández Cubas es una escritora muy interesante, que ha cultivado de un modo relevante el género del relato, al que ha dedicado por el momento los libros “El ángulo del horror”, “Los altillos de Brumal”, “Mi hermana Elba”, “Con Ágatha en Estambul” y “Parientes pobres del diablo”. También es autora de las novelas “El columpio” y “El año de Gracia”, la obra de teatro “Hermanas de sangre” y el libro autobiográfico “Cosas que ya no existen”.

Se destaca de ella su originalidad. Es una escritora independiente, fuera de tradiciones, cuyas influencias literarias resultan difíciles de rastrear. Sabemos poco de ella. La vemos a través de sus libros, en los que queda patente su preocupación por el periodo de la infancia y la adolescencia. No escribe con nostalgia del pasado y huye de los tópicos. Algunas de sus historias pueden catalogarse como literatura de terror, otras como fantásticas, o góticas, aunque siempre va más allá de las reglas de los géneros. Sabemos que nació en Arenys de Mar (Barcelona), que estudió en un internado y que es admiradora de Poe.

Dice que siempre distingue entre fantasía e imaginación. La que crea es la fantasía, no la imaginación. Lo explica diciendo que en “El Quijote”, la fantasía correspondería a D. Quijote y la imaginación a Alonso Quijano.
Se define como escritora pragmática que huye de la retórica. Persigue la capacidad de que la voz del narrador se identifique con el personaje, aún manteniendo la distancia con lo narrado.
La literatura tiene para ella algo de conjuro. Vuelca en ella lo que le da miedo.
Sus títulos son muy llamativos. Muchos de ellos surgieron a raíz de un sueño, como “El ángulo del horror” o “La mujer de verde”. El nombre de Brumal surgió como la mezcla de “brumas” y “mal”, y resultaba muy eficaz para designar a uno de esos pueblos que son mirados con recelo por algo que ocurrió hace mucho tiempo, algo que probablemente ya nadie recuerda, aunque el rechazo perdura.

Cristina Fernández Cubas enfoca la charla, como buena narradora, hacia la elaboración de las historias. Nos abre la trastienda de su laboratorio y nos encandila al contarnos detalles sobre su forma de escribir, sobre el origen de algunas historias, sobre su concepción del cuento…

En el internado en el que estuvo de pequeña había algo que se repetía todos los años y que ella odiaba. Tenían que escribir un cuento de Navidad. Y el cuento de Navidad tenía sus reglas, bastante estrictas. Una de esas reglas era que en dicho cuento tenía que ocurrir un milagro. A ella eso le fastidiaba mucho. Sin embargo, un día, muchos años después, se dio cuenta, por ciertos detalles, que su cuento “La mujer de verde” transcurría en Navidad y, en cierto modo, en ese cuento ocurre un prodigio. Así que pensó que por fin había sido capaz de escribir el “cuento de Navidad”.

Le atraen mucho las historias paralelas. Cuenta que ella sentía curiosidad por cómo sería la vida en un Convento, así que pensó en escribir una novela sobre una monja. Hace un inciso para desvelar algo que le suele suceder: Cuando escribe sobre algo, ese algo se le aparece por todas partes. Y cuando escribía sobre esa monja, veía monjas por todos lados. Por esa época, viajó a Palma de Mallorca, a visitar a una amiga que resulta que vivía cerca de un Convento de clausura. Esta amiga veía el convento desde su casa y le contó algo que había ocurrido tiempo atrás. La abadesa de ese convento salió un día, fue a su casa y le pidió que la dejara contemplar el convento desde allí. Aquella historia, ese viaje de la abadesa tan sólo para ver su convento desde fuera, le fascinó y quiso incluirla en su novela. Pero no cuadraba por ninguna parte, así que escribió con ella un microrrelato y se olvidó del tema.
Algún tiempo después escribió un cuento titulado “Ausencia”. Fue uno de esos cuentos que ella llama contrarreloj, los que surgen cuando de repente te invade una idea que no puedes dejar. “Ausencia” trataba de una mujer que perdía la memoria y tenía que ir construyendo su identidad. La escribió de un tirón. Quedó satisfecha con el resultado.
Dos años después, al releer “Ausencia” se dio cuenta de que en ese relato, en cierto modo, se encontraba la historia del viaje de la abadesa real, porque también la protagonista de esa historia salía de sí misma para verse desde fuera y poder reconstruir su vida.
El autor cree que está escribiendo unos cuentos y, de repente, puede descubrir que ha estado escribiendo otras cosas. También hay veces en que el autor no llega a descubrirlo nunca.

Cristina Fernández Cubas piensa que no ha cambiado su forma de escribir con el tiempo, pero cree que es más osada en sus planteamientos, aunque se empeña en que no se note. Es bastante autocrítica. Sabe si una historia va bien o no y si ve que no funciona la historia puede acabar en la papelera para siempre. Su nivel de exigencia siempre incluye al lector, ya que lo tiene muy presente a la hora de determinar si un texto está funcionando o no.
Si sus libros de relatos tienen una unidad, ésta no es premeditada; ocurre porque están escritos bajo unas mismas condiciones. Sus últimos libros están compuestos por cuentos muy distintos, lo cual no deja de ser otra manera, más osada, de dar unidad a un libro, explicó con cierta ironía.

Generalmente es la historia la que pide su espacio. Suele saber si una idea va a dar lugar a un relato o a una novela, aunque también ha habido relatos que han pedido luego más espacio, como “El columpio”. En el caso de “Hermanas de sangre”, decidió escribir una obra de teatro basada en una reunión de antiguas compañeras de colegio después de asistir a una de esas reuniones. Claro que la reunión de la ficción acababa desembocando en un suceso trágico.
Por lo general, el autor al escribir piensa que va hacia un sitio, pero puede terminar en otro. Borges decía que “es un gran alivio conocer el final”

Al hablar de las razones por las que el cuento está aparentemente en desventaja con la novela, lo explicó como un asunto meramente comercial. No obstante, el cuento está encontrando su espacio cada vez con más firmeza. El cuento es un artefacto más intenso, en el que todo debe cumplir una función, sin concesiones. Un solo párrafo fallido puede arruinar todo el conjunto.

jueves, octubre 09, 2008

Premio Nobel de Literatura 2008


Por fin se desveló el misterio. Más allá de las quinielas y las polémicas, la Academia Sueca vuelve a sorprender con un nombre que no sonaba con fuerza en ninguna lista: Jean-Marie Gustave Le Clézio es el Premio Nobel de Literatura 2008. En cuanto me entero, me pongo a buscar entre mis libros hasta que encuentro lo que esperaba, un viejo libro de Le Clézio titulado “La guerra”. No lo he leído, así que me siento y comienzo con él.

La guerra ha comenzado. Nadie sabe dónde ni cómo, pero es así. Está detrás de la cabeza, hoy, ha abierto la boca detrás de la cabeza, y sopla. La guerra de los crímenes y los insultos, la furia de las miradas, la explosión del pensamiento de los cerebros. Está así, abierta sobre el mundo, cubriéndolo con su red de hilos eléctricos. Cada segundo progresa, arranca algo y lo reduce a cenizas. Todo le sirve para golpear. Tiene infinidad de colmillos, uñas y picos. Nadie quedará en pie hasta el final. Nadie será perdonado. Así es. Es el ojo de la verdad.

Busco en internet y encuentro otros libros suyos. El más reciente parece ser “El africano”, editado por Adriana Hidalgo Editora, un libro de memorias que parece muy interesante. También hay otros libros editados por Tusquets, como “La cuarentena”, y por ediciones Cátedra, como “El atestado”. También el libro “Urania”, editado por El Cuenco de Plata. Otros fueron editados por Versal, Seix Barral o Debate, y me temo que serán muy difíciles de encontrar. Como puede verse, hay una gran dispersión editorial de la obra de este autor en español.

Le Clézio nació en Niza, en 1940, y reside en Nuevo México, aunque parece ser que le gusta viajar y ha vivido en muy diferentes lugares. La Academia lo define como “escritor de la ruptura, autor de nuevos rumbos, de la aventura poética y de la sensibilidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante”. Se da la casualidad de que este año también se le ha otorgado el premio literario sueco Stig Dagerman, que recogerá el 25 de Octubre en Estocolmo. La entrega del Nobel será el 10 de Diciembre.

Foto: AP, en Milenio.com

domingo, octubre 05, 2008

HFS - Alejandro Zambra y Álvaro Enrigue

Una charla bajo el epígrafe de Bogotá 39 y moderada por Jorge Herralde. Comenzó con la presentación de los dos escritores, de quienes se destacó su pasado como críticos literarios.

Alejandro Zambra envió su novela “Bonsái” directamente a la editorial Anagrama. La novela tuvo una importante repercusión; incluso fue traducida y publicada, dada su corta extensión, en una revista norteamericana. Fue merecedora del premio de la crítica. Su segundo libro se titula “La vida privada de los árboles”. Se ha convertido rápidamente en un miembro destacado de la nueva narrativa chilena.
Álvaro Enrigue, por su parte, es autor de la novela “Diario de un instalador”, una obra de referencia para una generación. Su segunda novela “Cementerio de sillas” fue reconocida como mejor libro del año en México en 2002. Luego vino su libro “Hipotermia”, que, dado que no es estrictamente una novela y tampoco un libro de relatos, Enrigue lo llamó “artefacto narrativo” o “cosa encuadernada”, haciendo gala de su buen humor. Su último libro se titula “Vidas perpendiculares”.

Como suele ocurrir, todavía, la referencia al “boom” latinoamericano parece obligada. Ambos coincidieron en verlo como un fenómeno lejano con el que no se identifican, lo cual no quiere decir que lo rechacen, de hecho Enrigue admitió su admiración por autores como Vargas Llosa. Pero resulta difícil asimilar un fenómeno como el “boom”.

Hago un pequeño inciso para decir que la charla se desarrollaba con un aire de improvisación, como si fuera algo poco preparado, sensación que se hizo más patente cuando una espectadora decidió intervenir en el desarrollo de la misma y a pedir que hablaran de tal o cual cosa, hasta el punto que la invitaron a subir al escenario, lo cual ella rechazó, afortunadamente.

Alejandro Zambra dice que en Chile los que realmente son famosos son los poetas. El 95% de los escritores son poetas. Los narradores no son famosos, por eso prefiere la vida solitaria del narrador. Le parece difícil decir qué clase de libros escribe, ya que lo que más le importa al escribir es la forma. Cuando le preguntan, contesta que escribe “novelas de acción”, porque algo de acción sí que hay.
Se destaca de él su capacidad para podar. Precisamente, dice aludiendo al titulo de su libro, para hacer un bonsái, es necesario dominar su forma.

Álvaro Enrigue habló de la sensación que se tiene de que cada libro es el último, como si se acabara la novela, un discurso literario bastante extendido. De hecho, le interesa jugar con los géneros y le parece imposible escribir una novela típica en la actualidad.
Comentó, al hablar de la relación de los escritores con el cine, que Guillermo Arriaga había dirigido su tesis, aunque se negó a dar el titulo. Dijo que es común que los escritores vivan del cine, pero que no suelen utilizar su nombre real.

Se habló también del movimiento de escritores “Bogotá 39”, que no está centrado en una idea estilística sino en una idea geográfica. Los componentes son muy diferentes entre sí. Apenas se conocían y se habían leído poco, por lo que “Bogotá 39” sirvió como integración y como promoción de lo que se está haciendo en literatura en América Latina.

Como consecuencia de la intervención del público, se habló de la conveniencia de vivir en el extranjero para poder escribir del propio país desde la distancia. Zambra dijo que había vivido un año en Madrid y que había sido importante, pero más por su aprendizaje del lenguaje que por otra cosa. Enrigue vivió varios años en EE.UU. Admitió que vivir fuera para ver el propio país puede ser bueno, pero no está seguro de que las novelas traten sobre las ciudades. Aventuró entonces una idea interesante. Vivir en el extranjero es más una cuestión relacionada con las estructuras mentales, pues es posible que ciertos lenguajes provoquen determinadas ideas.
Es posible que lo que realmente está pasando es que las etiquetas nacionales van desapareciendo a favor de los escritores globales. Un mexicano, dijo Enrigue, puede estar más influenciado por un autor estadounidense o francés que por uno de su propio país. Lo cual me parece muy cierto.