jueves, mayo 31, 2007

La Gran Novela Americana

Es posible que “La Gran Novela Americana” sea uno de estos tres títulos: “Cien años de soledad”, “Rayuela” o “Los detectives salvajes”.
Sin embargo, los escritores estadounidenses parecen realmente obsesionados con la idea de escribir una “Gran Novela Americana”, tanto que suelen anunciar una nueva cada dos o tres años. De hecho, sería más exacto hablar de “La Gran Novela Norteamericana”, una especie de obra definitiva, globalizadora, que refleje los ideales y el modo de vida de EE.UU.
Por encima de todo, su extensión debe ser considerable, como si la citada Gran Obra tuviera necesariamente que ser un novelón decimonónico de cerca de mil páginas. Todo libro gordo resulta, a priori, un intento de Gran Novela.

Podemos citar varios ejemplos de novelas candidatas a ocupar el cacareado pedestal. Para mucha gente, dicho titulo le corresponde sin ninguna duda a “Moby Dick”, aunque también hay quien se decanta por “Lo que el viento se llevó”. Hay otros candidatos, como “Llámalo sueño”, de Henry Roth, o “El ángel que nos mira”, de Thomas Wolfe. También Truman Capote consideraba su “A sangre fría” como merecedora del codiciado titulo.
Cuando, hace unos años, Tom Wolfe publicó “La hoguera de las vanidades”, ya se habló de esta obra como la Gran Novela Americana. Últimamente, ha habido varias nuevas candidatas: “El día de la Independencia”, de Richard Ford; “Pastoral Americana”, de Philip Roth; “Submundo”, de Don DeLillo; “Empire Falls”, de Richard Russo; “Las correcciones”, de Jonathan Franzen; “Middlesex”, de Jeffrey Eugenides; “La broma infinita”, de David Foster Wallace o “Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay”, de Michael Chabon.

Uno de los casos más llamativos es el de Harold Brodkey. Harold Brodkey publicó “Primer amor y otros pesares” en 1954. Rápidamente le llovieron los elogios, lo compararon con Salinger. Una fama abrumadora le cayó encima, así que se puso a la tarea de escribir “La Gran Novela Americana”. Se dice que en 1959 ya se hablaba de la redacción de “El alma fugitiva”. Sin embargo, no se supo nada de esta obra durante treinta años. En ese tiempo, el autor mantuvo una sección en The New Yorker, llamada “Talk of the town”, donde publicaba artículos de tono autobiográfico. También iba publicando relatos aquí y allá. Toda una leyenda se fue forjando a su alrededor. Algunos críticos que tuvieron acceso al manuscrito de esa novela no escatimaron elogios: compararon a Brodkey con Whitman, con Proust, Joyce, Faulkner... Pero la novela no parecía terminarse nunca. En 1988, se publicaron sus relatos en un voluminoso libro titulado “Cuentos a la manera casi clásica”, que ha quedado un poco deslucido por el papel que interpretó de anticipo de la genial obra que no terminaba de llegar. Lugar injusto sin duda, ya que se trata de una colección de relatos magistral. Cuando por fin se publicó “El alma fugitiva” todo el mundo se abalanzó sobre ella y, claro, lo largamente esperado pocas veces cubre todas las expectativas, así que, aunque fue un libro elogiado en diferentes medios, su repercusión no fue todo lo impactante que se suponía. Aún así, Brodkey volvió a estar en primera fila de la popularidad, recogiendo las mieles de un éxito hueco que resultó también breve, pues dos años después de la publicación de la novela, cayó enfermo de sida. Tenía los días contados. Y a un escritor en este caso, como en tantos otros, lo único que se le ocurre hacer es escribir, de modo que Brodkey comenzó la elaboración de un libro memorable: “Esta salvaje oscuridad”, con el subtítulo “La historia de mi muerte”. Una reflexión sobre la muerte y sobre la vida y sobre la literatura y la inmortalidad.

En realidad, yo creo que un conjunto de cuentos, como “Catedral”, de Raymond Carver o cualquiera de los libros de John Cheever; o un libro de poesía, como la “Antología de Spoon River”, de Edgar Lee Masters o “Canto a mí mismo”, de Walt Whitman o “Aullido”, de Allen Ginsberg; o incluso una obra de teatro como “¿Quién teme a Virginia Woolf?”, de Edward Albee o “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller, cumplirían dignamente el papel de obra cumbre de la cultura norteamericana. ¿Por qué no? ¿Por qué ese afán en buscar una Gran Novela y no simplemente un Gran Libro?
Lo cierto es que La Gran Novela Americana es una quimera, un objetivo inalcanzable, pese a lo cual los escritores estadounidenses se afanan a él con el ahínco con que Sísifo empujaba una y otra vez, montaña arriba, la enorme roca que habría de caer tan pronto alcanzase la cima.
Aunque también es posible que alguien lo haya logrado en secreto, quién sabe, tal vez Joe Gould, el vagabundo que siempre llevaba un maletín en el que portaba las notas de su manuscrito “Historia oral de nuestro tiempo” y cuyo retrato popularizó el periodista Joseph Mitchell, lo haya conseguido.

lunes, mayo 28, 2007

Premios La Tormenta en un vaso

El sábado 26 de Mayo se celebró la entrega de la I Edición de los Premios otorgados por el colectivo del blog "La tormenta en un vaso", en dicho blog se pueden ver fotos del acto. Además, se ha colgado en YouTube un video del evento y lo podeis ver en esta dirección: http://literaturastv.blogspot.com/.

jueves, mayo 24, 2007

Una buena causa

El ambiente es muy fashion, de verdad. Lo repito una y otra vez, aunque no sé lo que significa. Mi acompañante me ha dicho que lo diga a menudo, parece que es muy apropiado en este tipo de fiestas. Hay gente muy importante: presentadores de televisión, famosos de los que salen en las revistas del corazón, cantantes... Aunque en el grupo en el que me encuentro no hay nadie conocido. Oigo a alguien preguntar: ¿A favor de qué o quién es esta fiesta benéfica? Ni puta idea, le responden. Es verdad, añade otro, ¿qué es lo que estamos apoyando? Tenemos que saber qué es lo que se defiende esta noche, por si nos preguntan los de la tele. Pues léete el programa si tanto te preocupa. Joder, es que vosotros pasáis de todo. Mira oye, ¿por qué no sales a que te dé el aire? ¿Qué es lo que te preocupa? Si alguien te pregunta, sé ambiguo, ¿no sabes acaso ser ambiguo? Es fácil, dices que es muy importante para ti estar aquí, que siempre estuviste muy comprometido con esta causa, y cosas así, ¿entiendes? Sin concretar. ¿Pero qué causa? Y dale. Yo voy a por otra copa, parece que los camareros están en huelga. ¿Pero quién es el que ha entrado? Es un actor, digo, pero no recuerdo su nombre ahora, hace una serie muy buena. Las luces se mueven y corren hacia otro lado. Alguien me toca la pierna. Miro hacia abajo. ¿Hace el favor de bajar de mi silla? Claro, claro, disculpe. A veces, me cruzo con alguien que me sonríe o me pregunta ¿qué tal?, sin esperar respuesta, y yo digo que todo es muy fashion. El ambiente está cargado, lleno de humo y de frases banales. Me detengo para respirar, sólo eso, respirar, en un rincón, y los murmullos vienen hacia mí como dardos. Creo que he visto a alguien que lleva un traje igual que el mío, dice una voz, ¿lo puedes creer?, es horrible, horrible, tengo ganas de llorar y todo. Miro a mi alrededor. La mezcla de perfumes caros produce una atmósfera que casi se puede mascar. Todo el mundo ríe. Todo el mundo tiene la boca abierta y parece feliz. Nadie está consternado por la causa que han venido a apoyar, a pesar de que debe ser un asunto serio y triste y dramático, sea cual fuere.

viernes, mayo 18, 2007

Muerte y resurrección de la novela


Miguel Delibes ha publicado toda su obra con la editorial Destino. Desde que ganara el premio Nadal en 1947 con “La sombra del ciprés es alargada”, ésa ha sido su editorial, así que cuando la colección “Áncora y Delfín” planeaba su número 1000, le propusieron que dicho número llevara su firma. Dado que Delibes ha manifestado en reiteradas ocasiones que no iba a escribir más narrativa, le propusieron que recopilara “aquellas reflexiones y notas que ha ido desgranando a lo largo de su vida, en cursos, seminarios y viajes por todo el mundo”. El resultado es el libro que lleva como titulo “España 1936-1950: Muerte y resurrección de la novela”.

Se trata de un libro atípico en la obra de Delibes, pero de gran interés. En primer lugar nos explica que ganar el premio Nadal le situó de golpe en el mundo literario español, un mundo al que ni siquiera se había propuesto pertenecer, pues no tenía lo que se dice una obra literaria elaborada. No obstante, esto no fue óbice para que se le catalogara como miembro de la “Generación de la inmediata posguerra”, compuesta por un pequeño grupo (Camilo José Cela, Carmen Laforet, Ana María Matute, Rosa Cajal, Manuel Pombo…) que bien figuraba como independiente o bien era unido a los llamados “Niños de la guerra”, donde figuraban nombres como Sánchez Ferlosio, Fernández Santos, Mercedes Salisachs, Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Medardo Fraile... entre otros. Nombres de gran importancia en la historia literaria española que, por el lugar que les tocó ocupar, han sido en muchos aspectos ninguneados, o al menos minusvalorados.

Realiza Delibes retratos, pequeños apuntes, sobre algunos de estos autores coetáneos suyos. Y nos cuenta anécdotas. Camilo José Cela, de quien dice que estaba siempre preocupado por aparecer en los periódicos. José María Gironella, autor de la novela “Los cipreses creen en Dios”, auténtico best-seller de la época. Carmen Laforet, que tras su sonado debut con la novela “Nada”, ganadora del premio Nadal, se sumió en el silencio, incapaz de asimilar el revuelo que su obra había causado. Rafael Sánchez Ferlosio, de quien cuenta que era incapaz de sujetarse a una rutina y, a veces, desaparecía durante semanas para volver demacrado, sin que nadie supiera lo que había hecho en ese tiempo. Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Tomás Salvador, Ana María Matute, de quien prefiere sus novelas cortas, Juan y Luís Goytosolo, entre otros. Apuntes rápidos, certeros, que nos aproximan a nombres en muchos casos relegados a un injusto segundo plano. Y, mientras nos habla de ellos, vamos aproximándonos también a él, a Delibes, un hombre sereno, que no se deja impresionar por las salidas de tono y que analiza a sus colegas con inteligencia y un cierto sentimiento de camaradería.

La segunda parte está formada por “Cuatro conferencias en torno al fenómeno narrativo”, lo cual no deja de ser un acontecimiento, pues Delibes no es persona que se prodigue en artículos teóricos.
Los cuatro textos son muy interesantes y nos desvelan la opinión de Delibes respecto a la literatura, su concepción estética, sus ideas sobre el arte: “al verdadero artista siempre le será posible derivar, poner en juego otros recursos expresivos. Lo único imposible será reducirle al silencio cuando verdaderamente tiene algo que decir”. Nos habla de la importancia que tiene para él el personaje como eje central de la obra, y afirma que todo debe girar en torno a él, incluso la estructura y el estilo. Clasifica en cinco grupos las preocupaciones estéticas de los escritores de la posguerra y, en la última conferencia, una de las más interesantes, titulada “Confidencia”, no duda en decir que podrían incluirse libros suyos en todas esas corrientes. Curiosamente, este es el único texto en que habla de sus obras directamente, aunque no con exhaustividad. Nos cuenta que el personaje central de Cinco horas con Mario estaba, en un principio, vivo. Y nos desvela su particular teoría sobre la novela: “Para mí, una novela requiere un hombre (un protagonista), un paisaje (un ambiente) y una pasión (un móvil)”. Delibes habla con una sinceridad que nos llega hondo, da la impresión de que realmente se desnuda en cada una de sus letras, para terminar admitiendo que, como novelista, ha adoptado siempre una actitud moral, pese a que es consciente de que “la moral nada tiene que ver con el arte, antes bien, es un lastre para ella”.

La guerra parecía haberlo devastado todo, pero de entre las cenizas y el horror, un grupo de jóvenes se empeñaron en resucitar la novela, en circunstancias muy difíciles y con una inquebrantable determinación. Era inevitable que predominara una corriente realista, pues después de una guerra no parece haber lugar para la lírica. Uno de esos hombres, silencioso, decidido, de honda sensibilidad y un estilo limpio y cuidado, es Miguel Delibes.


Se puede leer el principio del libro aquí.

domingo, mayo 13, 2007

Aniversario

Hace un año. 13 de Mayo de 2006. Primera entrada.
Hoy escribo la entrada número 120.
No está mal.
Algunas cosas han cambiado. Estoy contento de haber emprendido esta aventura y debo admitir que me ha proporcionado muchas alegrías y, sobre todo, el contacto con gente a la que considero amiga, sin necesidad de habernos visto ni de haber hablado personalmente.
Me he impuesto una rutina, una obligación, y creo que he cumplido. Al principio, todo era nuevo y la actividad resultaba frenética. Ahora, el tiempo se vuelve en contra y hay que arañar un poco aquí y allí, pero sigo adelante, con la ilusión por hacer las cosas bien, por no defraudar, por mantener el interés.
El blog trata sobre cine y literatura, mis dos pasiones, pero al hablar sobre ello, muchas veces termino hablando sobre mí. El blog es, ante todo, una carta de presentación. Éste soy yo. Y me ha brindado oportunidades que me han hecho muchísima ilusión.

“Cierta Distancia” es un espacio que se enriquece con la gente que lo visita. Si tiene algún interés, éste se lo debe a sus lectores, así que gracias. Muchos están ahí casi desde el principio. Otros vinieron y se fueron. Otros permanecen en silencio. Gracias a todos.

Todo el que escribe desea, en el fondo, que le lean. Y esta es una buena forma de llegar a muchos potenciales lectores. Es lógico que uno empiece recorriendo blogs afines a sus intereses y diciendo “Hola, aquí estoy”. La cortesía en este mundillo suele ser exquisita y, con frecuencia, las visitas se devuelven. Y así nos vamos conociendo y nos vamos quedando en los sitios que más nos atraen. Sin embargo, llega un momento en que el tiempo empieza a faltar y, a veces, aunque devuelvas la visita, no puedes corresponder con la diligencia deseable, a veces lo haces más adelante, pero esto suele quedar mal. Así que debo pedir excusas a todos aquellos a quienes no haya correspondido como merecían. Ha llegado un momento en que me doy cuenta de que no llego a todo lo que me gustaría. Es que, además, uno tiene que trabajar para vivir, tiene que dedicarle tiempo a su familia y tiene que seguir escribiendo y leyendo.
Los últimos meses tuve que bajar el ritmo de los posts. Pero sigo adelante. Y seguiré por el momento. Y espero que sigáis ahí.