sábado, marzo 31, 2007

Esperando a Beckett


ESPERANDO A BECKETT, por Jordi Bonells
Editorial Funambulista - Madrid


Vaya por delante que he disfrutado este libro enormemente. Jordi Bonells, un autor que nació en 1951, vive en Francia desde 1970, es profesor de literatura hispánica y fue finalista del premio Herralde en 1987, finalista del Nadal en 1991 y segundo finalista del premio Planeta del año 2000, comenzó a escribir en francés en 2004 y llegó hace unos meses a las librerías, de la mano de la editorial Funambulista, como un soplo de aire fresco. Es un escritor que sabe impregnar de fina ironía cada una de sus páginas y que tiene un agudo sentido del humor.
“Esperando a Beckett” es un breve ensayo que mezcla opiniones, recuerdos y supuestas explicaciones teóricas que argumenta con la contundencia de todo delirio nacido de una fascinación que, por su propia naturaleza, resulta inexplicable. Sin embargo, Bonells nos expone las supuestas causas de esa fascinación como si en ellas se encerrara la clave de un destino, o de un encuentro en este caso, que nadie hubiese podido evitar. Nada más comenzar ya nos dice: “A algunos aguafiestas les parecerán puras casualidades, meras coincidencias sacadas de madre. Aisladas lo son. Juntas no. Juntas son como una revelación. O un anuncio. En cualquier caso un destino”.
Varios son los motivos por los que se considera un alma gemela de Beckett: Primero: Que el apellido de ambos empieza por “B”, (y aquí añade una divertida clasificación de los grandes autores en dos grupos: el de los que tienen un nombre que empieza por “B”, como Beckett, Bernhard, Baudelaire, Broch, Borges o Bellow, y el de los escritores cuyo nombre empieza por “K”, como Kafka, Keats, Kundera, Kerouak o Kipling). Segundo: En la página 104 de la edición francesa de “Esperando a Godot”, aparece un personaje llamado Bonnelly. Y tercero: ambos escriben en francés pese a no ser ésta su lengua materna. A estas razones, ya de por sí definitivas, añade ciertas coincidencias igual de insustanciales, pero todo ello con la pasión de quien cree estar viendo un fantasma y trata de convencer a quienes tiene alrededor de que se trata de algo real.
Con todo esto, diciéndonos que su pasión por Beckett se basa en razones que le sobrepasan, en juegos del destino, lo que nos dice en realidad es que los motivos por los que uno se deja llevar por un autor son irracionales y subjetivos.
En algunos aspectos, Bonells me ha recordado a Vila-Matas. En ese aire socarrón, ese ir y venir de un sitio a otro, perdiéndose por el camino, alejándose de la historia para contarnos otras historias, algunas rozando los límites de la lógica.
Momentos de su vida. La llegada de la televisión, en la que vio la representación de “Esperando a Godot”. Su trabajo en una encuadernadora. Sus visitas a la librería Leteradura y la excitación ante los libros de Beckett que, a falta de traducciones, compraba en francés aunque no entendía nada de lo que leía. Su fobia a las tiendas. Su interés por la pintura. Su deseo de marchar… Una vida a grandes rasgos, regida por su pasión por la literatura, y contada como un relato maravilloso en el que las cosas más insignificantes son la causa de acontecimientos decisivos. Por ejemplo, el amor. Conoció a una muchacha llamada Agrimira, y claro, ese nombre era una barrera infranqueable: “Uno no puede ponerse de novio —la primera vez en todo caso— con alguien que se llama Agrimira Pérez (lo siento por las Agrimiras). Un nombrecito así es para los expertos, para los que ya han probado los frutos prohibidos del amor. A los principiantes, mejor que les dé por una María o una Nuria. Me imaginé que todas las chicas que se iban a fijar en mí se iban a llamar de algún modo raro. Lo dejé. De momento”.

jueves, marzo 29, 2007

Vídeo de Vila-Matas

Esto es un intento por colgar un video en el blog.
Se trata de una intervención de Vila-Matas en la que intenta dar respuesta a la cuestión, que tiene más de juego literario que de realidad, de por qué escribe un escritor.


sábado, marzo 24, 2007

Rutina

La escritora Antonia Romero, en su blog “Firmas Invitadas”, ha tenido la amabilidad de incluir mi relato “Rutina”.

Le doy las gracias y os invito a leerlo.

miércoles, marzo 21, 2007

Desde mi cielo


Hay libros que sobreviven al vertiginoso mercado editorial, libros que vuelven una y otra vez a las mesas de novedades, de los más vendidos, porque la gente los busca, habla de ellos y los mantiene vivos de una forma milagrosa. Este es el caso de “Desde mi cielo”, de Alice Sebold. Yo mismo lo compré porque un amigo me lo recomendó vehementemente. La sinopsis de su trama no me había impulsado a comprarlo, ni siquiera las críticas positivas, sencillamente porque no me gustan las historias narradas por un personaje muerto, es una manía personal. No, creo que no es grave, pero nunca se sabe, podía haberme perdido la lectura de este libro.

La historia está narrada por una niña, Susie Salmon, que ha sido violada y asesinada y se encuentra en un cielo muy particular desde el que es testigo de todo lo que acontece tras su muerte, del impacto que este crimen tiene en la comunidad en la que reside su familia. La niña nos cuenta su muerte en un capítulo terrible y magistral que nos llena de desasosiego y, a partir de ahí, nos habla de su familia, del policía encargado del caso, del anodino asesino que vive en la misma comunidad sin que nadie sospeche de él, de la terrible pérdida que toda muerte conlleva. Y el punto de vista de esta historia, esa niña en el cielo lamentando todas las experiencias que ya no podrá vivir, resulta inmejorable por su eficacia. El relato está impregnado de nostalgia, de tristeza y resulta demoledor. A medida que uno avanza en su lectura siente cómo el corazón se le va encogiendo, un peso se sitúa en la boca del estómago y, gradualmente, uno va tomando conciencia de lo terrible que esa pérdida resulta. La voz de la niña narradora se va haciendo familiar y el drama se interioriza. Pero que nadie crea que se trata de un libro sensiblero o ñoño o melodramático, nada de eso, es precisamente la naturalidad de la voz de la niña muerta, su falta de dramatismo, lo que hace que el texto sea mucho más doloroso.

A estas alturas, todo el mundo sabe ya que la autora, Alice Sebold, sufrió una violación en su juventud. Y siempre se cita este acontecimiento al hablar de este libro. Alice Sebold exorcizó los fantasmas de aquel lamentable episodio en la dura “Afortunada”. “Desde mi cielo” va más allá y denuncia las terribles consecuencias que un acto violento acarrea, poniendo de manifiesto que la principal víctima de una sociedad violenta es la infancia.

sábado, marzo 17, 2007

Fallas


En Valencia estamos de fiesta. Nuestra fiesta son Las Fallas. Durante cuatro días (en teoría, porque en la práctica son más) la ciudad se sumerge en el caos. Calles cortadas, monumentos invadiendo el espacio, carpas desmontables, adornos de luces, escenarios o auténticas ferias en miniatura. Y puestos de venta de chocolate con churros por todas partes. Apenas se puede transitar por las calles. Todo el mundo quiere ver las principales fallas. Y la pólvora protagonizándolo todo. Los petardos suenan por todos los rincones, sin parar. No existiría esta fiesta sin la pólvora. El evento pirotécnico por excelencia es la “mascletá”, que consiste en la explosión de gran cantidad de petardos, manteniendo una cadencia creciente que se convierte en atronadora. También los castillos nocturnos son muy espectaculares y llenan el cielo de luces de colores.

Se dice que el origen de las Fallas se encuentra en el hecho de que en los barrios, en la festividad de San José, y como iniciativa de los carpinteros, se quemaban muebles y trastos viejos. Estas hogueras fueron transformándose y empezaron a adquirir la forma de escenas con algún significado para el barrio. De este modo, poco a poco, han llegado a un nivel de complejidad como el actual: auténticas obras de arte que utilizan la ironía para criticar acontecimientos de actualidad. El humor es, pues, el elemento esencial.


El día oficial de la colocación de Las Fallas, la Plantá, es el quince de Marzo por la noche. El día 19 por la noche todas arderán en la conocida Noche de la Cremá. El trabajo de todo un año se reduce a cenizas en cuestión de minutos. Gigantescas hogueras casi en todas las esquinas y al día siguiente todo vuelve a la normalidad milagrosamente, como si nada hubiera ocurrido. Es el momento en que comienzan los trabajos para las Fallas del año siguiente.


Para saber más, pueden visitar:
http://es.wikipedia.org/wiki/Fallas
http://www.fallas.com/contenido.asp?seccion=museo&tema=historia
http://www.fallas.es/2007/
http://fallas.comunitatvalenciana.com/fallas.htm

miércoles, marzo 14, 2007

Evolución

Una cita de Vila-Matas sobre la novela:

«Mi teoría es que, más que muerta, la novela evoluciona. Vamos a una novela que se aproxima al ensayo. Pienso en esos cuentos de Pitol que acaban como ensayos o en esos ensayos suyos que terminan como cuentos. Es probable que el lector vaya buscando, con el tiempo, menos ficción y más ensayo. El propio Coetzee, en su último libro, admite que camina en esa dirección. Creo que existe una saturación de la ficción que se sabe ficción y también una saturación del ensayo que se sabe plomizo. Sebald, Magris, Piglia, son otros casos claros de introducción del ensayo dentro de la ficción, o viceversa. Mezclar a Montaigne con Kafka, por ejemplo, me parece en este preciso instante una idea muy interesante.»

Y lo cierto es que los resultados suelen ser muy interesantes. Es cada vez más frecuente que el autor aparezca deambulando por su obra, aprovechando alguno de sus recuerdos o ideas para enriquecer una trama. Es como si se diluyera la línea que separa los géneros. Un artículo no resulta tan frío y técnico si el autor nos cuenta alguna experiencia personal o algún recuerdo relacionado con el tema que está tratando.

jueves, marzo 08, 2007

La Muerta

Los golpes retumbaban en la puerta, eran golpes de una violencia enajenada, puñetazos y patadas que hacían temblar las paredes del recibidor y cuyo sonido recorría el pasillo en penumbra, como una bala en el cañón de un rifle. Sentados en la mesa de la cocina, frente a frente, un matrimonio contemplaba una serie de objetos que habían depositado entre ellos. Las ollas y la vajilla se estremecían con un inquietante tintineo.
-¡Abridme la puerta de una puta vez! -eran los gritos que acompañaban a los golpes, pronunciados por una voz ronca.
-Todo podía haber sido tan diferente -dijo la mujer.
-Quizá hicimos algo mal -dijo el hombre mientras sujetaba entre sus manos una pequeña muñeca de cabellos rubios y rizados.
-No digas eso. Dios no nos está castigando por nada, no lo olvides. Se trata de una prueba. Para eso estamos en este mundo. Tenemos que superar las pruebas necesarias con el fin de demostrar que somos dignos de entrar en el Reino de los Cielos.
-Quizá le dimos demasiadas cosas -dijo el hombre, como pensando en voz alta-. O quizá le dimos muy pocas...
-Deja ya de culparte. Estas cosas pasan. Es una desgracia. Ocurren un millón de desgracias cada día. O tal vez más.
Oyeron un grito de fiera herida y los golpes se volvieron más rotundos, más contundentes, aunque más lentos; sin duda estaba cargando todo el cuerpo contra la puerta. Pero la puerta no se rompió, así que regresaron las patadas y los puñetazos.
-¡Abridme cabrones! ¡No podéis hacer esto! ¡Soy vuestra hija!
En la cocina hacía frío.
-Es nuestra hija -dijo el hombre.
-No digas tonterías. Sabes perfectamente que nuestra hija está muerta.
-Nuestra pequeña.
-No es ella. Es el diablo que quiere adoptar su forma para tentarnos. Pero tú ya lo has visto. Ese cuerpo de ahí fuera nada tiene que ver con nuestra hija.
-Los vecinos llamarán a la policía.
-Pues que la llamen. ¿Qué puede hacer la policía contra los muertos?
-No sé si hacemos bien. Tal vez deberíamos abrir. Intentarlo de nuevo. Quizá ahora acepte nuestra ayuda.
El hombre apretó con fuerza la muñeca.
-Parece mentira que digas eso. Si abres sabes perfectamente lo que pasará.
-Deberíamos poder hacer algo.
-Puede incluso matarnos. No hay nada que podamos hacer. Tú sufres porque crees que la que está ahí afuera es nuestra hija. Pero debes creerme: no-lo-es. Nuestra hija está en el cielo. Ése es su sitio. Quien nos persigue es una fuerza maligna, y hemos de ser fuertes y resistir. Si te dejas convencer y abres la puerta, se desatará el infierno en esta casa. Una vez más. ¿Acaso lo has olvidado?
El hombre soltó un gemido y su cuerpo se inclinó hacia delante y se estremeció. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Yo también la quería -dijo la mujer-. Pero ahora está mejor que nosotros. Está con Dios.
El hombre negaba con la cabeza, sin poder hablar, sin poder detener el llanto.
La mujer se puso en pie. No era muy alta y estaba gruesa. Vestía una bata de color azul oscuro. Dio la vuelta a la mesa, con unos pasos muy cortos y cansados. Se colocó detrás del marido y apoyó las manos sobre la espalda de él.
-No te atormentes más -le susurró-. Ya es hora de que aceptes los hechos. Es duro perder una hija. No olvides que también era mi hija.
Los golpes no cesaban ni disminuían su fuerza. Las paredes continuaban retumbando y la bombilla de la cocina se balanceaba levemente, así que, cuando la encendieron, porque la tarde se acababa muy deprisa, la luz se puso a oscilar y a distribuir sombras caprichosas.
La estancia se iba quedando cada vez más fría.
-Voy a ponerme una chaqueta y a prepararme un vaso de leche caliente -dijo la mujer-. ¿Quieres que te prepare a ti otro?
El hombre negó con la cabeza.

domingo, marzo 04, 2007

Plataforma


El teatro resulta ideal para agredir al espectador, trastocar su mente, modificar su visión del mundo, sorprenderlo, asustarlo, indignarlo, hacerlo reír o hacerlo llorar, ponerle un nudo en el pecho o ensancharle el corazón. El teatro que nos sorprende, se queda en nuestro interior, convertido en una experiencia inolvidable. El teatro transgresor es capaz de agarrarnos del cuello y transportarnos lejos, muy lejos, más allá de ese escenario de madera sobre el que unas personas se mueven y hablan, más allá de la butaca roja en la que estamos sentados, probablemente bastante incómodos.
Admito que voy poco al teatro. Creo que la obra anterior que había visto había sido “El método”, una obra genial. Pero un día, el pasado diciembre, leí en el periódico que se estrenaba en Madrid la adaptación que Calixto Bieito había realizado de la novela de Michel Houellebecq: “Plataforma”, y no pude resistir la tentación.

“Plataforma” es una novela que habla del turismo sexual y del fanatismo islamista y del vacío decadente de la sociedad occidental. Una novela cruda, ácida, con un claro ánimo de provocación, que motivó que su autor fuera juzgado por ofensas contra el Islam, acusado de promover el odio racial, además de recibir protestas airadas de organizaciones de protección a la infancia y hasta del director de la “Guía del trotamundos”. Incluso se rumoreaba que el mismo John Grisham estuvo estudiando la posibilidad de querellarse contra Houellebecq por la crítica burlona que realiza el personaje de “Plataforma” sobre la novela “The firm” (“La tapadera”).

La adaptación teatral venía precedida por los importantes premios cosechados en el festival de Edimburgo. Pese a todo, era consciente de que me iba a incomodar. En el cristal de las taquillas un cartel advertía que la obra “podía herir la sensibilidad del espectador”, y el mismo aviso se repetía en los folletos. Juan Echanove dijo en una entrevista: “Solo puedo decir que este texto es lo más complicado a lo que yo me he enfrentado. Hasta a mí me produce sonrojo y pudor verbalizar las cosas que dice de los occidentales. Sé que el público que asiste a ver Plataforma tiene que romper con sus prejuicios para asumir el tema del sexo y la pornografía en los niveles que se plantea. Pero quiero que sepa que yo también he tenido que romper con muchos prejuicios, que es un gran esfuerzo para mí verbalizar lo que Houellebecq ha escrito. A mí tampoco me ha resultado fácil.”
Y, en esa misma entrevista, explica: “vengo a perder de dos kilos y medio a tres por función. Así que, como una amiga me ha recomendado, tengo que aferrarme a las mejores cosas que pueda, a mis amigos, a mi casa, para meterme en este pozo de basura”.

Hubo gente que no aguantó hasta el final y abandonó la sala antes de tiempo. También hubo quien aplaudió como loco, puesto en pie, al finalizar la representación.
El montaje escénico es ingenioso y complejo. Un escenario giratorio, sobre el que permanecen todos los personajes durante las dos horas que dura la función, nos crea la ilusión de estar ora en París ora en Tailandia. Unas pantallas de televisión emiten imágenes pornográficas. La actriz Belén Fabra se pasea desnuda, como una presencia etérea, e interpreta algunos números musicales conmovedores y un monólogo estremecedor. Juan Echanove simula masturbarse en varias ocasiones, simula practicar sexo con Marta Domingo, y suda y babea y no se puede negar que pone todo de su parte en la interpretación de Michel, aunque a mí me pareció un poco sobreactuado. Imagino al personaje de Houellebecq más frío, pero esto es una apreciación personal que no resta mérito a lo que ese hombre hace sobre el escenario, que es, ni más ni menos, exponerse ante el público con toda su humanidad a flor de piel.

La historia se centra en Michel, un funcionario gris que consume su tiempo libre entre salas de sex-shops y la pantalla de su televisor, y que un día hereda una cantidad de dinero por la muerte de su padre y se plantea realizar un viaje a Tailandia, con el fin de vivir las experiencias sexuales con las que siempre ha soñado. Allí se une a un grupo de turistas que, como él, no dudan en coger lo que se les ofrece sin planteamientos morales ni falsas condescendencias. La experiencia, totalmente insatisfactoria y vacía, le sirve, no obstante, para conocer a Valeríe, su complemento perfecto, una mujer dispuesta a satisfacer todas sus fantasías y con la que iniciará, al regresar a París, el proyecto de crear una cadena de clubes de vacaciones por todo el mundo, orientados al turismo sexual, donde la prostitución está permitida. Sobre esta base, todo es diseccionado y no se deja títere con cabeza: el consumismo, lo políticamente correcto, las represiones, las religiones, la moralidad...
Una obra con una coreografía milimétrica, con números musicales, con una estudiada planificación y una entrega total por parte de los actores, pues todos sin excepción ofrecen un trabajo a pecho descubierto, en situaciones sin duda difíciles y que dejan al espectador totalmente aturdido, después de ser zarandeado sin descanso durante toda la función.